viernes, 28 de abril de 2017

Simplemente, emoción.

Siempre he pensado que escribir en este lugar es como publicar un diario encriptado. Es un proceso de catarsis que aumenta mi "ki", organiza la forma en que percibo la vida, mi vida, un proceso en el que dejo pequeños trozos de alma, de mi esencia, en un medio intangible para que el mundo entero pueda conocerlo. Pero eso no es lo que mas me ha gustado de todo esto, sino el hecho de que puedo hacer pensar a otras personas, cosa comprobable cuando preguntan  ¿y porque dibujas eso? ¿y porque esos colores? ¿porque esa figura? ¿que significa...?.  O mejor aún cuando dicen... es estúpido, es como todo el arte: aburrido. Eso da cuenta de que la diferencia es nuestra mayor riqueza, en ella se construyen soluciones, espacios y ambientes agradables, pero lo mas importante: ideas. 

Alguna vez alguien me dijo que la clave para dar cualquier discurso improvisado era tener un objetivo claro, un inicio y un final articulados. En diversas ocasiones ese "tip" me fue útil, pero había olvidado agregarle el ingrediente secreto para que yo también sintiera el placer de escuchar un discurso bien hecho: emoción. Quizá fue por eso que nunca tuve nada con ese alguien... me hacía falta emocionarme cuando lo veía, simplemente no había nada, no sentía nada cuando pasaba. Llegué a pensar que estaba viviendo los  principios de una psicopatía, pero su perfil serio, de niño bien, largos discursos, cuestionamientos en los que nunca tuve absoluto convencimiento cuando decía estar de acuerdo y que era la parte mas interesante de un tiempo juntos, fue lo que me llevó a pensar que la psicópata no era yo. Realmente, nunca me emocionó. Es eso que faltó, la pizca de locura que enciende todos los motores y a lo que no siempre le llamo amor. 


Pero cuando veía aquel muchacho de ojos claros, piel blanca y de pocas palabras, las cosas cambiaban. Era imposible ignorar el juego oculto que había detrás de tanta indecisión hecha carne. Lo peor de todo y lo que provocó un incendio difícil de apagar, fue el hecho de que fuese, como todo lo que vale la pena, prohibido. Entonces descubrí que todos los seres humanos somos únicos, que no pertenecemos a nadie (ni siquiera a tu jefe) y que nuestra mente será tan libre como lo deseemos. No podía desdibujar la sonrisa hambrienta de mi cara, ni quitarme los nervios que mis ademanes provocaban, ni las ganas de estar al mando cuando a un recinto llegaba. A pesar de eso no pude mas que ser yo, hacer que me viera desnuda, sin armaduras... larga historia. ¡Pero que historia mas burda!, ¿a quien se le ocurre dejar el "buen partido" aquel que deparaba un futuro promisorio , buen dinero, buena vida, buen vivir y buen morir por un loco depravado, egoísta, infiel y que solo estaría temporalmente?  pues a mi, como a muchas mujeres les pasó. 

Y aunque quise buscar respuestas en la ciencia ante preguntas como esa, solo encontré lo que, al final de todas las historias resulta ser teoría: el amor es ciego, sordo, mudo...no entiende de diferencias, pero se lleva bien con la felicidad. Pero a diferencia del amor, es la locura quien crea la emoción. Entrar en semejante historia, para muchos descabellada, impropia de una "niña bien", inteligente, astuta y de buenos modales, fue la decisión mas difícil de mi vida, pero a su vez, la que precisamente me hizo diferente y valga la redundancia, feliz. Crear una perspectiva del mundo inconsecuente a la ética y la moral  habituales me hizo comprender que el universo tiene leyes que nadie aun conoce y mucho menos aquellos que dicen interpretarlas, no saben de lo que están hablando. Hay una energía dentro de cada uno de nosotros los seres vivos, una energía inconfundible y que no podemos contradecir. Esa es la verdadera ley que todos seguimos y que nunca nadie ha podido descifrar o al menos evidenciar. Seguirle el paso a esa energía es lo que genera las chispas, es aquello que encuentran quienes han tenido de cerca la muerte.



Pero, como dice Rumpelstiltskin, toda magia tiene un precio. No siempre las cosas suceden como las quieres, ni cuando las quieres, ni en donde las quieres. Sentir su mano en mi espalda y mi mejilla contra la suya, hallar mi mano del otro lado de su cara en una efusiva y no deseada despedida siendo perfectos desconocidos, no fue coincidencia, ni azar, ni un acto de buena y voluntaria fe. Actuamos por instinto, no siempre acudiendo a la razón. Hace tanto tiempo que sucedió y solo hasta hoy me atrevo a retomarlo, para dejarlo plasmado aquí, ahora, en medio de cuatro aburridas paredes blancas y un lugar donde lo único agradable es mi imaginación. Las dificultades: el precio de tu felicidad, viven incrustadas en lo mas profundo de tu alma, son esas que nunca te atreves a sacar porque hacen que pases de tu zona de confort y debas atacarlas para no dejarte morir. Lo interesante de todo esto es que son parte de si mismo, son la lucha constante que se establece con el propio ser, con el no ser, con la verdad y con la mentira, nuestra propia historia. Afrontar y aceptar lo que se es, es el trabajo que quizá mas difícil sea de hacer, ver la vida con ojos diferentes a los que habitualmente usas, dejar de juzgar y pararte en el lugar del juzgado, es dolor, es angustia, es sentirse en la mitad de un puente entre la esclavitud y la libertad, esta ultima hecha de tablas y puntillas viejas que en cualquier momento dejarán de ser un todo, para dejar que tu fé haga todo el trabajo de conseguir lo que quieres. Pero también es aprendizaje, es sumisión a lo grande de tu propio ser, es verdad, es felicidad, es crecer. Es locura. 

Alejarnos de lo convencional, es quizás el primer paso que debe darse para poder surgir del dolor, dolor al que estamos condenados por no seguir las reglas, muchas de ellas tan absurdas. Siempre estaremos solos y esa es nuestra mayor fortaleza.